Del Amor que Redime

- Quisiera contestaros hermanos míos, pero ahora se me antoja bailar, porque hasta aquí han llegado con música y poesía pero ninguno ha llegado a vosotros como danzarín. Por eso os ruego que me disculpéis, pero mi alma, demasiado inquieta para sentarse en este momento, me lleva a las alturas donde el espíritu baila y solo la danza mantiene el equilibrio.

Oh hombres, ¿Nunca sentisteis el estremecimiento en vuestro pecho, y el deseo de cantar la canción del amor que redime? ¿No habéis todavía experimentado la liviandad de la pluma, en vuestros pies, ese torbellino que eleva por sobre las cumbres más frías congelando para vosotros las imágenes más escurridizas? Porque solo en esa altura se pueden espesar todas las cosas que se escapan a las torpes garras de los depredadores.

¿No habéis recibido todavía en vuestro rostro la imagen de aquel a quien aspiráis? ¿Podéis sentir esto ahora? -


Párrafo Del Amor que Redime en Capitulo 7

CAPITULO 9


* La Vaca Multicolor


Mucho tiempo es el que anduvo Zaratustra por el Sur, tras el León. Fueron  muchos los pueblos y ciudades que recorría, en los que no se le daba el permanecer. A medida que proseguía, solo su instinto de cazador le concedía la paciencia para perseverar por esos caminos, porque cuanto más conocía y más avanzaba al sur, más sentía nostalgias de la perdida de su compañero hallado en las tierras del norte. Muchas veces el desánimo se sentaba con él, para ayudarle a volver sobre sus pasos. Pero la firmeza en Zaratustra no solo era una virtud, sino que él la había construido con piedras tan preciosas que de ninguna manera podía desecharla.

Después de mucho tiempo, pudo vadear un gran río que corría caudalosamente hacia el sur con la ayuda de unos barqueros que lo recorrían y cruzaban diariamente.
Y entonces fue que Zaratustra pudo divisar en su horizonte una gran ciudad que, aunque renovados, tenía los mismos perfiles y los mismos tintes coloridos de su amada ciudad La vaca Multicolor. Casi podía llegar a creerse que era la misma que él había dejado tras el mar. Salvo por las montañas que rodean aquella y la pradera verde que enmarca esta, no son muchas las diferencias que podía distinguir entre una y otra.
Con tanta similitud, Zaratustra se preguntó en tono de fastidio: - ¿Pero que es, este retornar a lo ya vivido? ¿Acaso no había consumado ya mi pacto y mi necesidad de ese lugar? ¿Será que todo lo que desea olvidarse vuelve para bien recordarse? ¿O será tal vez que ellos no me han olvidado? ¿Cual podrá ser la necesidad a la que todavía le debo mis caricias? ¿Con que manos podrán ordeñar de mis ubres, estos mancos? -
De repente, cayendo de su irritación, se llamó a calma pues dio cuenta que ya no estaba en La vaca Multicolor, sino de una que se parecía en muchos aspectos. ¿Tal vez sería su hija? Lo cierto es que nunca se había detenido a comprender mejor, porque aquella ciudad, despertaba en él tan intensos sentimientos. Tal vez, simplemente por haber vivido la mayoría de su niñez y juventud; o quizás porque no encontraba en otras ese arroparse tan de acuerdo a lo que él era y necesitaba de una ciudad. Pensó que tal vez en esta renovada versión de su antiguo entorno, encontraría respuestas apropiadas a esta cuestión, y decidió por fin entrar en ella, como quien acepta el desafío de un enigma. Se enteró rápidamente que entre varios nombres era llamada “La madre Encinta” y también “La matriz del Hijo”
Al poco de andar, se encontró con un hortelano que volvía del trabajo a su casa, muy cansado por el día y casi en su último aliento se trabó en conversación con Zaratustra, pues iban en la misma dirección.
- No pareces de esta ciudad, más bien aparentas ser extranjero y te lo digo porque yo mismo soy extranjero aquí, así que si no te incomoda mi caminar lento, dime de donde eres - Preguntó el hortelano
- Soy Zaratustra, de una tierra lejana a estas costas, pero he hallado que mucho de lo que veo se asemeja al lugar de donde provengo. Pero en ti veo precisamente que eres extraño a este país porque no veo en ti esa misma familiaridad -
- Sí, bien dices, porque efectivamente soy de otra parte del país, aunque mis antepasados hace mucho tiempo, fueron dueños de toda esta tierra. El perder guerras es perder parte de tu alma, y te tornas extranjero en tu propia casa -
- Concuerdo contigo en que se puede perder todo en la guerra. Pero en ti veo todavía dos guerras; una que ha marcado tu rostro y otra que habla en tu mirada. Para un pueblo que no resuelve bien sus guerras, todavía permanece en la peor de las pesadillas, que es perder todos los días las mismas batallas. Pero cuando se resuelve definitivamente encuentra la fuente de su paz. Pero no, amigo no me malinterpretes, no hablo de perdonar a tus enemigos, tu amor por ellos manda que todavía deben recibir de tu injusticia, para poder percibir una expiación a sus errores. Porque el mejor amor es el que lleva a la superación de los semejantes y la compasión lo entorpece.

Pero tu… todavía no has entendido que la guerra suele ser la más útil y necesaria de todas las incomodidades. La guerra se ha hecho para separar lo que está mal unido. También para aproximar más a todo lo que se corresponde y acercar más a todo lo inaccesible. Toda paz requiere de una crisis. No hay una paz que se disfrute sin una guerra previa, porque sin conflicto se hace difícil saborear la paz. Aprende a elaborar tu paz, para poder entrar vencedor a tu guerra, y así triunfar -
Llorando por la carga de sus dolorosos recuerdos, el hombre se echó sobre el hombro de Zaratustra hasta que las lágrimas se enjugaron en su manto. Y no queriendo despedirse de ese que dio tan trascendente utilidad a sus vestidos, con un dolor atravesando su garganta, y elevando su vista al infinito Zaratustra dijo:

Benditos los hombres que puedan llorar,
cuando lloran su emoción
Benditos los hombres que su dolor,
transforman en resolución
Y benditos aquellos que finalmente,
rían con pasión
Porque esa risa será el gran consuelo

Benditos los vencedores que saben como vencer
Benditos los hombres que buscan la guerra
Y malditos los que la rechazan

Benditos aquellos que rechazan toda paz sospechosa
Porque verán al superhombre

Benditos los hombre que rebuscan entre las vides cosechadas
Benditos los que descienden y lamen el agua con su lengua
Y benditos los que se sumergen para cruzar a pie el abismo,
Bendiciendo su suerte
De todos los hombres será llamado por el nombre más aristocrático: Rey y Señor
Y la tierra será suya y de sus hijos

Este hombre llamado José, lo recibió en su casa y allí permaneció muchos días.


* La Canción Del Amor Que Redime


Salió Zaratustra una mañana a recorrer las praderas y bosques que rodeaban la ciudad. Todo, la flora exuberante y la fauna parecían querer decirle cosas; porque aunque no era conocido para los hombres en ese lugar, la naturaleza pródiga, enmarcaba y envolvía en un halo a quien el mundo se tardaba en reconocer, y que todavía no podían comprender.
Y en medio de un claro rodeado de álamos y sauces que se hallaban sorbiendo agua del arroyo que pasaba y del aire fresco que los hamacaba, entraron en dialogo con él. Percibía allí una insistencia que lo agobiaba, pues escuchaba voces que provenían de distintas direcciones y que con ansiedad preguntaban:
- ¿Acaso entiendes a donde te diriges? ¿Comprendes para que? ¿Sabes quien eres y quien representas? – Y otras inquirían: - ¿Conoces tú mismo tus tiempos, tus despertares y tu ocaso? -
Y desde el centro del bosque, donde estaban los árboles más viejos, provino una voz con la gravedad de la autoridad:
- Porque tenemos estas y otras demasiadas preguntas, estamos ansiosos. Hemos durante siglos, acumulado demasiada ausencia de respuestas, y he aquí a quien las tiene. Porque a ti Zaratustra, es a quien toda la naturaleza a una, espera y clama por afirmaciones.
Muchos se han acercado hasta nuestra sombra con música y poesía y ciertamente nos han alegrado, pero la plenitud que nuestra alma reclama, esa agua, esa savia nutritiva, es lo que esperamos todavía. Por eso, te pedimos suplicadamente que permanezcas con nosotros. Te cubriremos con nuestra sombra protectora, te alimentaremos y te cuidaremos para que nos des de esa fuente que has elaborado con tu diestra, esa artesanía que has extraído de los tiempos, necesitamos de las primicias que tus manos han forjado -
A pesar de lo sorprendido y maravillado, pudo reponerse rápidamente, pues desde que vio el sol asomarse en el horizonte de esa mañana, crecía en su corazón el presentimiento de cosas extraordinarias. Así que tras rehacerse, su alma siempre dispuesta a colaborar con su felicidad, se deslizó en uno de esos instantes que acercan la eternidad,  y pudo contestar:
- Quisiera contestaros hermanos míos, y seguramente podría porque mi camino ha cargado mis alforjas con respuestas de esas que me solicitáis, a tal punto que busco incesantemente donde aligerarlas y quien beneficiar con mi equipaje;  pero ahora en este momento solo se me antoja bailar, porque hasta aquí han llegado con música y poesía pero ninguno ha llegado a vosotros como bailarín. Por eso os ruego que me disculpéis, porque mi alma, demasiado inquieta para sentarse en este momento, ensanchándose me lleva a las alturas donde el espíritu baila, allí donde solo la danza mantiene el equilibrio.
Y dijo con una voz melodiosa, casi como un canto:

    ¡Oh hombres!
¿Nunca sentisteis el estremecimiento en vuestro pecho,
y el deseo de cantar la canción del amor que redime?
¿No habéis todavía experimentado en vuestros pies,
la liviandad de la pluma?
¿Y ser arrebatado por ese torbellino que eleva por sobre las cumbres más frías congelando para vosotros las imágenes más escurridizas?
Allí solo en esa altura donde se pueden espesar todas las cosas sutiles que se escapan,
a las torpes garras de los depredadores.
¿No habéis recibido todavía en vuestro rostro la imagen de aquel a quien aspiráis? ¿Podéis sentir esto ahora?

Y Zaratustra se alejo de ellos en ese remolino arrebatador como en medio de una tormenta que promete más lluvia.
Y se decían los árboles unos a otros, mientras sus hojas se agitaban en un viento repentino: - Esta es la tempestad y el rayo que sacude, este es el martillo que machaca en su fragua todas las percepciones, todos los escrúpulos y ciñe todas las voluntades. Es quien por fin dará a la tierra el sustrato y el sustento para nuestras raíces -
Mientras tanto Zaratustra se movía en el espíritu a lugares donde su osadía nunca había llegado, a esas alturas que esperan al hombre, y de esas cimas de las que desciende el superhombre. Es por lo que de allí fue dicho: "Lo que asciende debe descender".


Y continuo diciendo:
- Entre los hombres solo se encuentran los fragmentos del superhombre, que muy encubiertos yacen en una profunda grieta que apresa todo instinto de escape. Todos esos pedazos reconstruyen un cuerpo, pero que no pueden ser construidos desde ese abismo. Solamente y solo, quien se sitúa en la puerta de la matriz maternal, puede nacer a un nuevo mundo. El primogénito que rompa esa matriz, será ese magneto que atraerá simultáneamente un caos y un amanecer, un acarreador de tormentas viejas y nuevas. Solamente aquellos que dispongan su voluntad de juntar y atraer a si en una todas esas desmembraciones, cruzarán un puente entre dos mundos, el de las pequeñeces y el de la novedad de la vida.

Hay algo en el universo que se llama simpatía, que es la ley por donde transita el poder de adhesión a las causas. Yo transito por esas leyes que me reunirán con vosotros. En el mediodía de la tierra, allí os juntaré para me hagáis vuestro y yo os haga míos -

Y continuó ese maravilloso diálogo entre Zaratustra y los árboles, a quienes él llamaba afectuosamente “Los guardianes”, y así todos ellos se pusieron al tanto de estas y otras tantas cosas, durante muchos días con sus noches, y la luna presidiendo el cielo.


* Con Los Notables


Un tarde cuando volvió a la casa, se encontró allí con una reunión de los notables de la ciudad, que querían hablar con él.
Una parte de su sabiduría, su previsora astucia, le decía que tarde o temprano, los pequeños hombres siempre alertas, en su celo pastoril con que cuidan de su rebaño, (para que nadie les arrebate de su carne y su leche), lo atacarían en su camino, aun en estas tierra de las que él decía, eran "Islas Afortunadas".
Así fue como este hato de pastores lo increparon al punto de no presentarse a si mismos y aceleradamente esputaron sobre su rostro:
- Por lo que podemos ver tú no eres de este lugar ni de cerca, como así también escuchamos que tus enseñanzas son extrañas para nuestro pueblo. El hermano José nos ha relatado de las doctrinas que ha escuchado de tu boca, y que por poco lo persuades a hacerlo tu discípulo. Y es por esto que hemos venido a reprender tu conducta, para que no perturbes la paz y conciencia de nuestra gente. Esa es la motivación que nos trae a esta casa.
Dinos: ¿Es verdad que tú le has dicho que nuestro Dios ha muerto? -
- Para ser preciso, no he sido yo quien se ha referido a la muerte de tu dios - replicó Zaratustra, casi con una sonrisa. - Sino que preguntando yo por él, me mostraron una cruz con un muerto sobre ella, y seguidamente me dijeron: "He aquí donde yace nuestro dios con toda su gloria".
Y como tal cosa suscitó mi curiosidad por conocer y entender semejante dios, me agregaron que dicha deidad "Ya no se la encuentra más sobre la  tierra. Sino que se halla en un remoto lugar denominado cielo". Luego fue que pregunté por ese sitio, y se me respondió que es el lugar donde se hallan todos los que han muerto. Así que ya veis que  no he sido yo quien ha declarado tales cosas.
No obstante, sí pregunté algo más: ¿Si vuestro Dios ha muerto, cual fue la causa? Y la declaración no se hizo esperar: "Murió a causa de su amor". Y asombrado por tales afirmaciones agregué a mi pregunta, -  Cuando se ama, ¿Lo que mas se desea no es la vida, para brindarse a aquello que se ama? ¿Por qué un dios que ama desearía morir?
¡Si, quizás más que amor, lo que sentía por esos hombres era compasión, y eso terminó matándolo!
Y lo que digo es que: "Solo se puede amar a nuestros semejantes, aquellos que se nos asemejan. Aquello que es inferior se le compadece". No se ama a un esclavo, pues de ser el caso, se lo debería dejar libre. A quien mas se ama es al próximo, a lo más cercano, al hijo o al padre, sea de cuerpo o de espíritu". Por lo que amor por un no igual, es solo compasión". Y eso es lo que pienso, que vuestro Dios no pudo amar a los hombres, solo tuvo compasión de ellos", tal como me fue dicho. De hecho sí, a quien amó es al cercano y lo recostó sobre su hombro, y de quién tuvo compasión, el lejano, es a quien dejo que se fuera.
Así como podéis ver por vosotros mismos, que lo que se ha referido sobre esta muerte, no es de mi doctrina, sino de la que vosotros habéis enseñado. Hasta ahora, tal vez no habéis caído en la cuenta, que por vuestro afán y excesiva diligencia con que os aplicáis a cuidar del rebaño, no tuvisteis el suficiente tiempo y celo para informaros de las causas y motivos de las cosas. Muchas veces lo que enseñamos no es exactamente lo mismo que creemos -
- Nosotros nos cuidamos de no enseñar errores, Dios nos proteja de tal sacrilegio – refutaron los pastores
- Entonces ahora, lo que vuestra boca me declara es que vuestro Dios no os protege, y ciertamente debe ser porque efectivamente está muerto. Os recomiendo revisar nuevamente vuestra doctrina -
- Difícilmente nuestra doctrina este equivocada pues desciende de los dioses directamente, y eso es lo que nosotros impartimos, en cambio tú, entregas de tus propios pensamientos -
- ¡Es verdad lo que decís esta vez! Porque pensar en un dios que se equivoque no da nada de esperanza. Pero no aceptar que los hombres se extravían, es ir por caminos muy inseguros. Ciertamente no desconfío de los dioses, estén vivos o muertos da lo mismo, sino de aquellos que no son dioses. Y de las pequeñas almitas de los hombrecillos que descomponen y echan a perder todo lo que pasa por sus manos pequeñitas.
Y no dudo sobre lo que los dioses os han confiado a vuestra custodia, pero para estar a la altura de los dioses hay que elevarse a su altura y en vosotros veo grandes pies, muy pesados para volar. Además, para poder entender de lo que murmuran los dioses, y poder penetrar lo que susurran en sus manifiestos, hay que convertirse en una gran oreja, un gran ojo y finalmente en un gran cuerpo.

"Porque he visto hombres así convertidos, que debajo de la oreja o de un gran ojo siempre se movía aún algo que era pequeño y mísero y débil hasta el punto de dar lástima. Y verdaderamente la monstruosa oreja o ese terrible ojo, se asentaba sobre una pequeña varilla delgada. ¡Y la varilla era un hombre! Quien mirase con una lente podría haber reconocido aún un pequeño rostro envidioso; y también que en la varilla se balanceaba una hinchada almita.
 Y el pueblo me decía que la gran oreja era no sólo un hombre, sino un gran hombre, un genio. Mas yo jamás he creído al pueblo cuando ha hablado de grandes hombres, y mantuve mi creencia de que era un lisiado al revés, que tenía muy poco de todo, y demasiado de una cosa"
¡En verdad, amigos míos, yo camino entre los hombres como entre fragmentos y miembros de hombres! Para mis ojos, lo más terrible ha sido encontrar al hombre destrozado y esparcido como sobre un campo de batalla y de matanza. Y si mis ojos huyesen desde el ahora hacia el pasado, siempre encontrarían lo mismo, fragmentos, miembros y espantosos azares, ¡pero no hombres!
El ahora y el pasado en la tierra ¡ay!, amigos míos, son para mí lo más insoportable; y además, no sabría vivir si yo no fuera un vidente de lo que tiene que venir"[1]
Pero a estos dichos y sin saber bien que comentar, los pastores le dijeron:
- Nosotros hemos hablado conforme a nuestra ciencia y a nuestros estudios. No vemos que respondas a doctrinas aprobadas y establecidas. Tus palabras son como redes de pescador en las que se enredan los que pasan por allí, y trampas de zorro, que capturan nuevas victimas. No vemos en ti que respondas a alguna escuela conocida y autorizada. No reconocemos en ti autoridad ni ciencia.-
- Seguramente no encontrareis en mis espaldas ningún respaldo, por eso es que camino erguido, porque no hay en mi algo escondido, ni que sea necesario de ocultar tras la espalda, porque mis dos pies son lo suficientemente robustos para sostener todo lo que mi boca habla. Y mi sabiduría es tan mía, porque yo mismo la he comprado y adquirido al precio de las mercaderías mas valiosas, y por eso no puede ser vendida. Demasiados años ya y sigo pagando. Labor y fatiga, trabajo y aflicción, diligencia y ocupación han marcado mi oficio. Pero nunca he preguntado a los pajarillos que revolotean los techados, para que me aconsejen sobre las alturas, solo el plumaje que mi alas han desarrollado, me han bastado para elevarme a las alturas donde solo llegan águilas.
Mi doctrina habla por si misma, tiene una boca muy alargada que llega hasta las orejas, para escucharse a si misma y aprender de ella. Mi discurso no necesita de alguien que por detrás afirme, porque está labrado en plata y oro, para que desprevenidamente nadie pueda privarme de su brillo. -
Notablemente irritados por las respuestas de Zaratustra, rumiando internamente inquisiciones y masticando su impotencia, y para que esto no se hiciera visible en la casa de una de sus ovejas, se despidieron rápidamente y se dirigieron hacia el centro comunal, a fin de lucubrar un plan contra el intruso.
Más tarde, fatigado por semejante esfuerzo porque las hostilidades de esta especie plebeya agotan, pues tal como vampiros, ellos requieren succionar energía para mantenerse en su mundo cianótico,  Zaratustra le dijo a José y su familia:
- Mucho tiempo he soportado la carga, de escuchar las simplezas de religiosos. He permanecido durante un gran periodo, acostado a la sombra de su árbol mirando al sol a través de sus hojas amarillas, con la infructuosa esperanza de que algún sabroso fruto cayera en mi boca.
Pero ahora estoy mucho más harto, porque además, a estos simplones anodinos se suma esa otra chusma transmutada y tan mojigata como ellos, esa que le gusta presumir como un gallo ante las gallinitas y que se siente orgullosa de cacarear: "¡Ciencia, Ciencia! ¡Todo es Ciencia!" que para protegerse del absolutismo de las cruces, se rodea con una muralla de absolutos; y para refrenar a los dogmáticos transforma inescrupulosamente todo entender en dogmas renovados, y que acarrean definitivamente mucho mas oro a los agradecidos tenderos.
 Una sofocante eclosión de nihilismos. Moralidades para viejas en un caso y definiciones para necios en otro, merodean satisfaciendo a los hombrecillos y asfixiando a la aristocracia. Clasifican en las cajas de mediocridades, los instrumentos para vaciar de música y despojar de espíritu al creador, y con ellos  ejecutar una siniestra música fúnebre, escrita para los guardas nocturnos que circundan los cementerios, en un pentagrama grabado sobre un lienzo, arrebatado al cadáver de un mono.-

Zaratustra comenzó a despedirse, lamentando que su tiempo con José debía ser postergado para mejor ocasión, sabiendo que todavía el camino lo esperaba adelante, y porque entendía que su mayor enemigo, el espíritu de la pesadez[2], el que ya lo había rodeado antes, estaba cerca; y que ahora se hacia anunciar como un soberano de la tierra, pronto a llegar; como un conquistador dispuesto a morir para preservar su vida.
¡Y, en verdad, enemigo mortal, archienemigo, protoenemigo![3] - Un enemigo no digno de desprecio – pensaba. Alguien a la altura de su dignidad excitaba su voluntad guerrera y lo erguía sobre sus pies para escudriñar el horizonte, buscándolo.


* Con Los Buscadores de Plata


Mucho tiempo vivió entre los buscadores de plata, que lo recibieron como a uno de los suyos.  Zaratustra se sentía muy bien entre ellos y percibía una especie de protección paterna, que le dispensaban como si hubieran asumido una alta responsabilidad y un extraordinario privilegio. Había en ellos un aire de una antigua dignidad. Según la visión de Zaratustra estos buscadores se parecían más a las ánimas, que a los hombres; de hecho muchas veces se percibía entre ellos y en sus diálogos, reminiscencias de cosas pasadas, pero que hablaban también y al mismo tiempo de cosas por venir, lo que hacía que Zaratustra se mantuviera expectante de todas sus conversaciones, porque le resultaban muy sustantivas.
En esas oportunidades, uno de los más elocuentes a la hora de las charlas, gustaba de regalar historias y narraciones sobre aventuras atemporales, que trasladaban el auditorio a una realidad que, aunque distantes, teñían de escenario viviente al salón donde se reunían. Una sala no muy grande pero suficientemente espaciosa para todos ellos, cargadas de símbolos sobre sus muros. Ellos lo llamaban templo, y se referían a este espacio, como el lugar donde el mundo antiguo, el actual y el futuro podía ser comprendido, y que era precisamente como corresponde a la dignidad de un templo, preservado para una generación que estaba por llegar. Una generación de hombres que sabría montarse sobre esos símbolos para autoconfigurarse. Y ellos se declaraban herederos y guardianes del santuario.
Fue mucho lo que Zaratustra pudo vivir y visualizar con ellos, así como también sus doctrinas fueron no solo respetadas, sino recibidas con ansiedad y escuchadas atentamente.

Tenían un salón donde pasaban una parte importante del día en algo que ellos llamaban “Gestaciones”. No eran precisamente deportes, pero podrían llamarse “juegos”. De carácter lúdicos pero que eran tomados muy seriamente.
Uno de ellos le explicó a Zaratustra que las aspiraciones de emprendimientos importantes se gestaban allí. Tan serios era sus objetivos, tanto era lo que usaban ese lugar.


* En La Ciudad De Los Viejos.


Entró en una de las ciudades más viejas del país. Muchos tonos de grises ensombrecían sus edificios, como el halo ceniciento que rodea los ojos ancianos. Al cruzar el área central no tardó en sentirse sofocado por este espíritu nebuloso y se retiró hacia un parque uno que todavía conservaba árboles y un poco de verde.
 Observó que no solo había mucha gente vieja, sino que también no había juventud. Pues para su gusto, la juventud era un desagravio a la firmeza de sus valores, todos los errores se originaban allí en esa zona donde crecía la irresponsabilidad de la niñez. Para mantener esa asepsia derivaban a los aun niños a seminarios lejos de allí y no se les permitía retornar a la ciudad sino hasta que su madurez quedase comprobada. En estos seminarios se los convertía en custodios de los preceptos. Así conservaban sus tablas de valores, para mantenerse libres de cualquier influencia de cambio. Había también allí una universidad donde se enseñaban estas tablas y se aprendía a manejarlas de acuerdo a unos antiguos códigos.
Se encontró hablando con uno de los más ancianos en esa plaza.
Y Zaratustra sentándose junto a él, le preguntó si había llegado el verano o la temperatura era la habitual. Este le respondió:
- Si algo ha cambiado es el clima, y no podemos controlarlo como desearíamos. Algo de las nuevas generaciones ha puesto en riesgo nuestro ecosistema. Ellos no tienen el suficiente respeto por las cosas como son y esas impiedades son las causas de los cambios que alteran el orden. No tienen devoción y pretenden cambiar lo que debe permanecer. –
Zaratustra escuchaba atentamente y como era muy franco para los diálogos, encaro al hombre luego de sopesar algunas cosas que había considerado desde que había entrado en al ciudad:- ¿Has tú alguna vez escuchado lo que los árboles dicen sobre está ciudad? –
Sorprendido le miró a los ojos y le pregunto: - ¿Estas acaso jugando conmigo? -.
Rápidamente Zaratustra volvió a él: – Si jugara contigo no haría falta hacer ninguna aclaración, pues cosa seria son los juegos, como para tomarlos a la ligera. El alma del hombre necesita jugar para entender, y cuando juega es cuando aprende. ¿Acaso ese mismo instante en que jugamos con las palabras, como lo hacemos ahora, no es cuando entendemos mejor? ¿Acaso no juegan los dioses a los dados con los hombres y dejan que pierdan para que pueda entender como se juega? ¿Acaso no juega el sol con la luna para disfrutar de la responsabilidad de su trabajo? ¿No juega el niño cuando crea? Pues en juegos de niño se acuna todo acto creativo. Anticipado, inclusive de actos destructivos, así el  destructor precede al creador. Por lo que te digo, que esta perdida de la posibilidad de generar y crear es lo que impide al Adán elevarse por sobre su decadencia, pues toda redención necesita de un creador.-
- ¡Qué insolencia y soberbia convertir a un hombre en creador! Tenemos un creador y ese es nuestro dios. Pero entre nosotros, a nuestros sabios los llamamos inventores, y ellos son los que se encargan de las modificaciones necesarias.
¿Qué debo deducir entonces? ¿Que cuando en vuestras homilías decís que esperáis al creador, no sabéis de que habláis? Los engañados dicen: “El creador descenderá sobre nosotros y nos redimirá”. Y el engañador repite: “Esperad, solo esperad”. Vuestra paciencia se ha transformado en un monumento duro de piedra, frío como el bronce. Y vuestra espera está sostenida sobre los callos que ha generado. ¡Que os redima vuestra paciencia! Grita mi anhelo, al ver vuestras callosidades. Vuestra espera será recompensada: “Con más espera”, hasta que descienda el conocimiento que viene de esas montañas, las que tienen la paciencia de los siglos y la  dureza de las eras.
El anciano curioso, preguntó:
- Como es que tu puedes decirnos lo que vendrá, cuando nuestros hombres célebres no nos han dicho nada todavía. -
Entonces Zaratustra sonrió con una casi incontenible carcajada y comentó: - ¿Cómo es que si no entendéis lo que viene, hacéis tantos esfuerzos por salvaguardar? El atleta preserva su energía para llegar a su meta, pero vosotros ¿Sin objetivos os habéis vuelto conservadores? El resguardar ha ocultado el propósito. Vuestro miedo es la cueva donde se guarece vuestra finalidad. Ese rictus que os ha petrificado, ese temor a ser libres os ha empequeñecido más de lo que eras, cuando galopabas sobre la barbarie. En vuestra boca blasfema se repulsan todos los horizontes y os encerráis para hablar de una libertad que desconocéis.

- Lo que decís, en verdad hiere mi alma, pero como de dolor se ha nutrido siempre, acepto el desafío de tus palabras, pues hay algo en ellas muy perturbador, a la vez que una seducción provocativa. Te invito a una reunión secreta de nuestra academia, donde sopesamos tabúes y dogmas, para evaluar tus doctrinas. Así este anciano condujo a Zaratustra a un edificio viejo y agrietado de una antigua universidad, tan gris y lúgubre como la ciudad.
Su entrada fue recibida con miradas de soslayo y desconfianza al nuevo visitante. Inclusive debió  sentir las imprudentes ojeadas de una anciana secretaria, mientras esperaba que el anciano convenciera al resto de los académicos, que se rehusaban a recibir a este desconocido con hereje apariencia. Pero era tal la necesidad de quitarse la unción que las palabras de Zaratustra habían producido en la perturbada alma del anciano, que concluyó persuadiendo al resto a admitirlo, contagiándolos con una morbosa curiosidad y con la premisa de que la reunión se mantendría secreta.




[1]     De la redención 6:11 -  Así hablaba Zaratustra
  
[2] Todavía no me he atrevido nunca a llamarte arriba: ¡ya es bastante que conmigo te haya yo llevado! Aún no era yo bastante fuerte para la última arrogancia y petulancia del león. Bastante terrible ya ha sido siempre para mí tu pesadez, ¡mas alguna vez debo encontrar la fuerza y la voz del león, que te llame arriba! Cuando yo haya superado esto, entonces quiero superar algo todavía mayor; ¡y una victoria será el sello de mi consumación! Entretanto vago todavía por mares inciertos; el azar me adula, el azar de lengua lisa; hacia adelante y hacia atrás miro, aún no veo final alguno. - De la bienaventuranza no querida - Así hablaba Zaratustra.
[3] Del espíritu de la pesadez: vers. 6 - Así habló Zaratustra.


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