Del Amor que Redime

- Quisiera contestaros hermanos míos, pero ahora se me antoja bailar, porque hasta aquí han llegado con música y poesía pero ninguno ha llegado a vosotros como danzarín. Por eso os ruego que me disculpéis, pero mi alma, demasiado inquieta para sentarse en este momento, me lleva a las alturas donde el espíritu baila y solo la danza mantiene el equilibrio.

Oh hombres, ¿Nunca sentisteis el estremecimiento en vuestro pecho, y el deseo de cantar la canción del amor que redime? ¿No habéis todavía experimentado la liviandad de la pluma, en vuestros pies, ese torbellino que eleva por sobre las cumbres más frías congelando para vosotros las imágenes más escurridizas? Porque solo en esa altura se pueden espesar todas las cosas que se escapan a las torpes garras de los depredadores.

¿No habéis recibido todavía en vuestro rostro la imagen de aquel a quien aspiráis? ¿Podéis sentir esto ahora? -


Párrafo Del Amor que Redime en Capitulo 7

CAPITULO 4


* En La Taberna De Los Hombres


Después de seguir por un trecho bastante escarpado, pudo divisar una aldea y en su primer entorno una taberna, donde las luces internas de los faroles presagiaban comida caliente y un buen vino cerca del calor de un hogar.
Esta taberna, era el refugio que este camino proporcionaba a los hombres, donde se reunían periódicamente y se producían allí acalorados debates entre ellos sobre como vencer a las mujeres del camino, aun cuando estos nunca culminaban en soluciones eficaces.

Una vez dentro, sintió la presencia de hombres expectantes cargados de anhelos en su alma, y que el pensamiento de Zaratustra no pudo dejar de percibir. Tuvo que esforzarse a no relacionar estos con los hombres superiores que llegaron a su caverna, pues no quería dejar que esta impresión definiera la esperanza sobre estos hombres. Porque él sabía muy bien que los hombres seducen y luego defraudan sus propias expectativas; porque el hombre no es una meta, sino el transito hacia algo superior.
Porque el superhombre es como una ciudad construida en el desierto, abundante en bienes, y cuyo acceso es estrecho y abrupto porque a la izquierda de él hay un abismo y a la derecha, fuego. Y entre el fuego y el abismo esta senda tiene el ancho justo para el paso de un solo hombre. Y si se diere esta ciudad en herencia a un hombre, ¿cómo podría tomar posesión de su bien si no pasa por este lugar peligroso?[1]. Así de dificultosa era la perspectiva de Zaratustra sobre los hombres.

Al reconocerlo, como si le estuvieran esperando, los que allí estaban, después de algunas discusiones internas se acercaron temerosa y lentamente hasta su mesa y tímidamente propusieron un dialogo.
Notoriamente avergonzados de sus borracheras, cada uno intentaba hacer a un lado su propia ebriedad. Uno de ellos, probablemente el más sobrio, fue quien representando al grupo dijo: - Hemos escuchado de ti muchos relatos pero terminamos suponiendo que eran solo fábulas o delirantes ficciones de mentes ociosas. Aun hemos llegado a conocer y creer en alguien que se decía tu discípulo, y que luego entendimos como un fraude. Es a quien llamamos "El mono de Zaratustra", apodo que luego se extendió por las montañas.
Aun al verte aquí tenemos muchas dudas que tu seas el Zaratustra que esperamos, pero hemos escuchado el alboroto de las mujeres en las aldeas vecinas nombrándote, muchas de ellas mencionándote como un demonio. Nos asedian muchas preguntas y por eso nos hemos puesto de acuerdo en escuchar de tu propia boca tu doctrina y juzgar por nosotros mismos. -

Con complacencia Zaratustra se dirigió a ellos. - Me halaga mucho vuestra embriaguez y no me avergüenza, porque los sobrios son los que han ideado un estado de borrachera que si es reprochable y me ofusca porque no los incita a preguntar ni acercarse y a no ruborizarse por ello.
En cambio vuestra embriaguez es el refugio al que acude hoy vuestra nobleza que os acerca a mí. La de ellos es la que los aleja, porque es una ebriedad de licores intensos, de potentes narcóticos y de poderosos somníferos que los mantienen en un letargo permanente. Por eso es que he recomendado el vino para las cenas y los banquetes.
La buena mesa alimenta el alma de quien va a la guerra. Aunque no os puedo considerar guerreros, porque todavía hombres anhelantes os faltan armas y aun no estáis listos para el bautismo de fuego[2]. Quien este dispuesto a llegar tan lejos, todavía le quedaran mucho recorrido para concluir su camino. Por eso os invito a mi comida, para que el día de mañana encuentre a vuestros vientres mejor alimentados para tan extenso camino.


* Sobre El Súper Hombre


- Háblanos sobre el superhombre, y dinos que debemos hacer para encontrarlo - Interrumpieron casi al unísono y ansiosamente los que allí estaban.
Tomando su palabra Zaratustra les dijo:
- Hace mucho tiempo dije que hay un puente al superhombre y que ese puente es el hombre. [3]
Ese hombre que habla sin entender, que rebusca sus palabras entre brumas, precedidos por un tenue vislumbre, ese es el que es nada más que un puente.
Y ese transito nebuloso y desconocido sobre el puente se llama espíritu[4]. Por eso digo que hay una nueva estrategia, la del bailarín más sutil de todos. Y el bailarín de las alas más ligeras para llegar al superhombre es el espíritu.
Aunque muchos hablan y otros intentan hablar de él, el superhombre solo es conocido por quien transite danzando y riendo por ese puente, y por quien finalmente se precipite en el abismo que ese puente debe evitar. Un puente que solo el hombre puede cruzar, y una profundidad que solo un hombre puede escrutar. Por eso es que él mismo deberá ser el puente y su barandal.
Entonces y solo entonces quien cruce y llegue a orillas ahora desconocidas, podrá crear nuevos valores. Aquel que pueda romper las viejas tablas, aquellas que están protegidos por el sobrevuelo continuo de los dragones [5] más celosos y por la custodia persistente de los antiguos demonios de los abismos, ese es el forjador de nuevas exactitudes. Ese no es un hombre en el futuro, es un hombre presente que aun se halla en ese cruzar de puente. El superhombre no es una superación del hombre presente, sino una restauración de algo que se fragmentó, dispersado y disgregado de su memoria. Sin embargo no es una enmienda sino una creación, un vino nuevo en un recipiente nuevo [6].


Llegar hasta él, no es un trajinar pesado de pensamientos esmerados, ni una estrategia cuidadosa de cofradía. Lo que lleva al superhombre es una enfermiza pulsación individual, y la regocijada locura de un espíritu que se mueve sobre el agua y la perturba. Un dios único en el principio, en el génesis y en la agitación solitaria de un arroyo que lentamente desciende entre las piedras de su montaña, y que luego, desistiendo de toda ribera se precipita frenéticamente, golpeándose y golpeando contra las rocas sin tregua hacia sus profundidades. Y finalmente torna todo su furor en un reposo, una pasión desbordada que se aplaca cuando apaciblemente alimenta un mar, pero inquietándolo subrepticiamente concluye convirtiéndose en el propio mar.[7]

El superhombre no resulta de una evolución ni de ningún crecimiento, sino que nace en la furiosa interrupción de una caída y de una brusca expulsión de la decadencia de su matriz, es la irrupción violenta que surge de un caos inédito y velado. Es un estremecimiento en el seno de la tierra, una convulsión del mundo interno, una conmoción por la colisión subterránea entre la voluntad de una tierra nueva que necesita irrumpir y un mar antiguo propuesto a abismarla.
Es la batalla de consumación entre lo que debe ser y lo que está. Entre lo que ya no puede estar, porque nunca termino de ser y lo que es indefectible. -

- Llega la hora del más solitario de todos los hombres y el más esperado. El más aristocrático de los vasallos. El más noble de todos los siervos. Aquel que consume en un fuego superior todo lo superfluo, quemando toda honra despreciable, dejando al desnudo los cuerpos más innobles y desenmascarando lo plebeyo en la permanente venganza de los señoríos más serviles.
La preeminencia del superhombre, tiene la consistencia de lo que emerge después de una paciente gestación. Es el triunfo de una lucha abismal que prevalece sobre lo más bajo elevándose por sobre las alturas necesarias, como un astro anhelante de superar el horizonte.
Quien no se eleve a esa estatura, seguirá padeciendo la tierra en sus pequeñeces y oscuridades. Quien no arroje tras de si sus pequeñas afirmaciones de la tierra seguirá siendo solamente una pequeña afirmación.



[1]    Esdras V:6
[2]    «Es posible, en verdad, que todos vosotros seáis hombres superiores, continuó Zaratustra: mas para mí - no sois bastante altos ni bastante fuertes.
Para mí, es decir: para lo inexorable que dentro de mí calla, pero que no siempre callará. Y si pertenecéis a mí, no es como mi brazo derecho.
Pues quien tiene piernas enfermas y delicadas, como vosotros, ése quiere, lo sepa o se lo oculte, que se sea indulgente con él.
Más con mis brazos y mis piernas yo no soy indulgente, yo no soy indulgente con mis guerreros: ¿cómo podríais vosotros servir para mi guerra?
Con vosotros yo me echaría a perder incluso las victorias. Y muchos de vosotros se desplomarían ya con sólo oír el sonoro retumbar de mis tambores.
Tampoco sois vosotros para mí ni bastante bellos ni bastante bien nacidos. Yo necesito espejos puros y lisos para mis doctrinas; sobre vuestra superficie se deforma incluso mi propia efigie.
Vuestros hombros están oprimidos por muchas cargas, por muchos recuerdos; más de un enano perverso está acurrucado en vuestros rincones. También dentro de vosotros hay plebe oculta.
Y aunque seáis altos y de especie superior: mucho en vosotros es torcido y deforme. No hay herrero en el mundo que pueda arreglaros y enderezaros como yo quiero.  - El saludo - Así hablaba Zaratustra
[3] El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, - una cuerda sobre un abismo. Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse. La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso.- Prólogo de Zaratustra
[4] Yo amo a quien no reserva para sí ni una gota de espíritu, sino que quiere ser íntegramente el espíritu de su virtud: avanza así en forma de espíritu sobre el puente. .- Prólogo de Zaratustra
[5]    Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? «Tú debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo quiero». «Tú debes» le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente «¡Tú debes!».Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: «todos los valores de las cosas - brillan en mí».«Todos los valores han sido ya creados, y yo soy - todos los valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún "Yo quiero!"» Así habla el dragón. - De las tres transformaciones -Así hablaba Zaratustra
[6]    Mat.9:16
[7]    En verdad, una sucia corriente es el hombre. Es necesario ser un mar para poder recibir una sucia corriente sin volverse impuro. Mirad, yo os enseño el superhombre: él es ese mar, en él puede sumergirse vuestro gran desprecio.- Prólogo de Zaratustra





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