Del Amor que Redime

- Quisiera contestaros hermanos míos, pero ahora se me antoja bailar, porque hasta aquí han llegado con música y poesía pero ninguno ha llegado a vosotros como danzarín. Por eso os ruego que me disculpéis, pero mi alma, demasiado inquieta para sentarse en este momento, me lleva a las alturas donde el espíritu baila y solo la danza mantiene el equilibrio.

Oh hombres, ¿Nunca sentisteis el estremecimiento en vuestro pecho, y el deseo de cantar la canción del amor que redime? ¿No habéis todavía experimentado la liviandad de la pluma, en vuestros pies, ese torbellino que eleva por sobre las cumbres más frías congelando para vosotros las imágenes más escurridizas? Porque solo en esa altura se pueden espesar todas las cosas que se escapan a las torpes garras de los depredadores.

¿No habéis recibido todavía en vuestro rostro la imagen de aquel a quien aspiráis? ¿Podéis sentir esto ahora? -


Párrafo Del Amor que Redime en Capitulo 7

Introducción


Y una vez más Zaratustra se abismó dentro de sí y volvió a sentarse sobre la gran piedra y reflexionó:

……..

- ¡Bien! El león ha llegado, mis hijos están cerca, Zaratustra está ya maduro, mi hora ha llegado -

-  Ésta es mi mañana, mi día comienza: ¡Asciende, pues, asciende tú, gran mediodía!  -

Así habló Zaratustra y de repente se levantó de un salto,  y abandonó su caverna, ardiente y fuerte como un sol matinal que viene de oscuras montañas.

Fin de así habló zaratustra



- ¡Debo hablar con él! - se decía agitado por la nueva sensación que lo penetraba, mientras bajaba precipitadamente esquivando las matas espinosas del atajo. Pensaba sin respirar y bajaba sin pensar. Lo embargaban todos los anhelos que su camino había cargado sobre los hombros de su corazón.

Ansiaba el reencuentro con esa criatura tan amada, el león, que con su rugido tan esperado había espantado a los hombres superiores.

Su visión era la de reunirse con él. Eso era, sentarse al sol sobre las piedras,entre los rayos de luz y sombra que proyectan las antiguas ruinas de las iglesias.

- ¡Debemos encontrarnos! Desde hace mucho, tal vez desde la misma eternidad esta cita está pendiente- se decía mientras apoyándose en su báculo tomaba bocanadas de aire suficientes para darle velocidad a su caminar. Deseaba volar. Y pensaba para sí, que era la primera vez que la ansiedad lo devoraba, una ansiedad cargada de tiempos.

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