Del Amor que Redime

- Quisiera contestaros hermanos míos, pero ahora se me antoja bailar, porque hasta aquí han llegado con música y poesía pero ninguno ha llegado a vosotros como danzarín. Por eso os ruego que me disculpéis, pero mi alma, demasiado inquieta para sentarse en este momento, me lleva a las alturas donde el espíritu baila y solo la danza mantiene el equilibrio.

Oh hombres, ¿Nunca sentisteis el estremecimiento en vuestro pecho, y el deseo de cantar la canción del amor que redime? ¿No habéis todavía experimentado la liviandad de la pluma, en vuestros pies, ese torbellino que eleva por sobre las cumbres más frías congelando para vosotros las imágenes más escurridizas? Porque solo en esa altura se pueden espesar todas las cosas que se escapan a las torpes garras de los depredadores.

¿No habéis recibido todavía en vuestro rostro la imagen de aquel a quien aspiráis? ¿Podéis sentir esto ahora? -


Párrafo Del Amor que Redime en Capitulo 7

CAPITULO 11


* En El Corazón Oculto De La Tierra.


Pasaron tantas cosas sobre estas tierras y sobre todas las otras tierras. Muchos tiempos, muchas guerras, demasiada sangre, muchas coincidencias, y sobre todo mucha gente sin sentido, que son precisamente los que le han dado el sentido a la tierra. Lo que no termina de trascender es lo que hoy se ha vuelto mas importante que lo que se ha pensado a si mismo como el rumbo. Aquello que sin proponérselo descienden continuamente en un abismo, ha marcado el curso y la dirección de la sinrazón. Solo un acto expiatorio constante, ha marcado con sangre un rastro, una línea de entendimiento que conduce al portal donde se halla el superhombre.
La trayectoria de la humanidad no se puede entender completamente en los actos donde prevalece la vida, sino en aquellos donde la muerte marca con un coágulo rojo carmesí los puntos que deben ser leídos. Mucha del sentido y de la victoria humana final se halla oculta en la gravedad de los sepulcros. Subterráneos latidos y voces palpitantes son aun más fuertes que la voz de los personajes. Ningún protagonista ha sido mejor que su propio recuerdo y la talla de ninguno héroe ha superado a su propio monumento. Los mártires pues, son invencibles enemigos, y para vencerlos completamente es recomendable mantenerlos vivos. En lo que se supone muerto está lo que abona la vida. Por eso en lo debilitado de la tierra está la energía renovadora.
Entre una plebe superior y otra inferior surge la potencia de un emergente rebelándose entre estas dos opciones estáticas, que son las que han manejado el curso de los acontecimientos. Como de un manantial apocado, agua que desgastándose entre los sequedales fluye escasamente, pero como un imperativo de cubrir la vergüenza llamada hombre, hace su camino descendente que la gravedad impone, y avanza venciendo su propia entropía haciéndose arroyo, río y mar. Ese océano llamado Superhombre es el que tiene como objetivo inundar para la siembra y la cosecha del Medio Día de la tierra. De una pequeña célula especial, tan delicada y frágil, se producen las más grandes y firmes de las transformaciones.
Allí donde hay necesidades, se convoca al espíritu. Y a quien la fortaleza lo acompaña, no necesita del espíritu, es por lo que este abandona los palacios más encumbrados. Allí donde el poderío entra por las puertas amplias, la debilidad entra por las pequeñas puertas de la servidumbre. Este factor entrópico es donde se halla escondido la causas del deterioro paulatino de los fuertes y el triunfo final de lo endeble. En las voraces fauces de Euroboros ha echado raíces la plebe mas ciega de todas. Despojada de aristocracia, cargando una impotencia doliente, y como ofrenda expiatoria por su fracaso, en un acto de autoexterminio se inmola si misma.
Desnuda y expuesta, la plebe así vencida apela a su último orgullo, pretendiendo su venganza final, intenta privar de sus enemigos el placer del escarnio y vituperio, y cobarde ante semejante justicia, será su propio juez al determinar sobre si, una sentencia de muerte, que tampoco le llegará.

Existe en el corazón de la tierra una gema custodiada por un dragón y cien demonios vestidos de escarlata; y el principal de ellos se sienta sobre un cofre de plomo, que preserva dentro de él la mayor mentira de todas, que explica la mayor verdad de todas: “Gobierna la Aristocracia”
Y de allí nacen bestias que van a los 4 lados de la tierra y vuelven con sus alforjas cargadas de oro y almas de hombres. De allí nace el dominio sobre todos los hombres y lustrosos anillos que los reyes ostentan en sus manos para medirse con los otros reyes, según lo que ellos mismos entienden por poder sobre las cosas. Pero sin llegar a entender exactamente lo que es poder, engañan y son engañados, pues su fisiología funciona de acuerdo a su pequeñas metas. Porque aun y especialmente los reyes de la tierra siempre han observado pequeños objetivos. Y de los grandes objetivos solo se han ocupado los débiles, esa escasa aristocracia, esa pequeña elite de muy pocos, siempre impedida de llegar a sus propósitos, desplazada por la fuerza de aquella plebe parásita.

Sentía Zaratustra que había vaciado su alforja. Nadie sabía mas de entregas que él mismo, y entendía que el fin de su camino estaba ahí.
¿Qué habría allí para cargar nuevamente su bagaje? ¿habría tras el horizonte alguna montaña de más difícil ascenso que las que ya había escalado?
Lo más difícil de la ciencia es valorar lo que se desconoce.

Caminaba Zaratustra por una cordillera muy alta buscando su último refugio. Entre pueblos de hombres que nunca tuvieron claro adonde ir, ni tampoco que hacer, ni siquiera que preguntar. Hombres con un profundo sinsentido, como profunda su respiración, siempre aspirando, pero sin saber a que. No había en ellos nada de leones, más bien todos corderos, pero en su áspera mirada se podía leer una felinidad muy oculta y en su apacible voz el más silencioso de los rugidos, con la estridencia de un mar enfurecido.
Muy cansado por lo empinado de la cuesta, se sentó para reponerse en una gran roca que hacia cumbre en esa montaña. Al rato comenzó a percibir murmullos que provenían de atrás de la peña donde estaba y que ocultaba de su vista un pequeño grupo de hombres que trabajaban alegremente al sol y más alejado de ellos, sus habitáculos.

* Charlas Con El Cristiano Veraz”.


Había allí unos ancianos de muchos días. Su cuerpo expresaba esa contextura de los que se mantienen alejados de todo lo que fuera muchedumbre, pero se los veía felices, acompañándose entre sí en el descanso de sus tareas comunitarias. Por su aspecto nada hacía prever que estos hombres fueran reclamados y que, tal como Zaratustra no tardó en comprender, poseyeran respuestas a la enfermedad de la tierra.
Demasiado sufridos sus viejos esqueletos, demasiada carga soportada por esos hombros de camellos, pero también demasiado el dorado brillo en sus miradas. Apretados puños de guerreros con demasiadas batallas, y era como si se los viera todavía en guerra revolcados entre los cadáveres, entre el polvo y la sangre. Investidos de tales jirones, trasuntaban la aristocracia de aquellos que no tienen que hablar para responder. Unos leones herbívoros a causa del exceso de carne.
Cuanta aristocracia a la luz del sol. Demasiada para lo que los ojos de Zaratustra se habían acostumbrado.

- “Un cristianismo vendrá, con la afirmación de la inversión de valores y deberá restaurar lo que se nos ha perdido” - decía uno de los ancianos de cabellera blanca, hablando con un grupo que se había reunido para festejar el fin del hastío. -
Y otro afirmaba al primero: - Hasta hoy, el cristianismo fue una muestra irrefutable de la decadencia del mundo y su historia, solo erigió una imagen de lo humano, de lo demasiado humano.
Un corpus carente de dioses, porque, ¿Cual de los dioses querría morar en templos donde se sirviese a las mesas comida para esclavos y no hubiese una cena digna de reyes y sacerdotes? [1]. Una larga y amarga cena en un convite de maestros confiteros, de esos que arruinan los estómagos más resistentes. Un ágape de vinos diluidos, de carnes magras, vegetales recocidos y harinas despojadas de integridad.

Yo os invito no a una última, sino a una primera cena. Al primero de los banquetes, [2] que después de los siglos, sea digno de los dioses. Una fiesta para el reencuentro, de los que enriquecieron mendigando justicia; de reyes pordioseros excluidos de sus tronos; de los desposeídos de la sinrazón; de los famélicos de la historia; de los extenuados por el gobierno de la plebe. De los hastiados del asco, de esa aristocracia sin palacio y de esa nobleza sin blasón, de los despreciadores y de los que ríen.

 Yo os invito a una montaña en lo más alto de todas las cosas, un lugar elevado donde ningún profundo monstruo puede abatir un orgullo tan ligero de lastres. Una ciudad puesta sobre la mesa que ilumina. Un lugar y un espíritu, un pueblo y un reino. Allí de donde las abundancias del superhombre puedan descender inundando y adonde ascienden las exiguas virtudes y noblezas que huyen de la plebe. En la altura donde se congelan todas esas pequeñas mentiras seductoras de mujercillas cargadas de infiernos.

Interrumpiendo la exposición, y dirigiéndose a Zaratustra, el de la blanca cabellera dispuso que le acercaran un asiento, diciendo – El respeto de los ancianos, representa de ahora en más, uno de los valores que deba ser invertido. El asiento para ti Zaratustra no se encarga del cansancio de tu cuerpo, al que veo tan juvenil como el mío, - dijo compartiendo una risa con todos - sino que es un trono que te pertenece, al que has tenido que llegar hasta aquí para obtener. En nuestra montaña solo se admite canas para ocupar el sitial. Pues abajo, la plebe es gobernada por un feroz matriarcado [3], que no le ha dado ningún descanso a la sabiduría.

Al sentir tanta consideración en una, para él, extraña acogida, se dejó acariciar por tales sentimientos de respeto, del que su camino se había empeñado en mantenerlo alejado. Hubo un abrazo tempranamente fraternal, aun cuando al punto eran desconocidos. Y en el pecho de Zaratustra se encontraron corrientes de sensaciones provenientes del pasado, que le produjeron un nudo de emociones postergadas en su garganta y estuvo al punto de lagrimas sobre el hombro de los ancianos, pero las pudo contener porque la embriaguez del instante superaban el anhelo y la ansiedad pospuestas. Y hubo un silencio entre ellos, con la complicidad de los que escuchaban.
- Evidentemente, – dijo Zaratustra - este lugar y momento solo pertenece al presente, pero mi visión de cosas a venir, me susurra que habrá muchos semejantes en el futuro, por lo que me hallo en el país de que he procurado para mis hijos. Muchos hemos podido caminar alguna vez por islas de buena fortuna, pero muy pocos podemos llegar hasta aquí. Ya no diré más que esta es una isla afortunada, aun cuando esta escena aislada sea del presente, sino que la justicia reclama una tierra aún mayor, para una patria, para una nación afortunada. –

Nuevamente Zaratustra se abrazó emocionado sobre los hombros de estos hombres superiores, que a diferencia de los que se reunieron en su caverna mas allá del mar, estos se parecían mas a Zaratustra que ninguno hasta allí conocido.
Son tantas cosas, por las que mi felicidad solo quiere bailar y cantar, y mi alma solo puede escuchar ahora la canción del amor que redime en un coro de voces que celebra la llegada del Medio Día.
Y ahí sí, las lagrimas emocionadas de todos, bautizaron ese momento, como “El Día”.


* Del Pasado y El Futuro.


Sentándose a comer, a conversar y seguir festejando en su tienda, que oficiaba de salón, los ancianos procuraban la atención de Zaratustra y hasta se llegó a una competencia por primar en las conversaciones. Y en medio de tanto desenfreno verborrágico, estremecidamente feliz Zaratustra se expreso diciendo:
- Hermanos y amigos, por que así dice de vosotros mi voluptuosidad, y es mi alma quien tiene deseos de preguntar a vuestras ancianidad, ya que de seguro atesoráis respuestas que solo viajeros de extensos caminos pueden responder. Mi viaje a sido quizás el más profundo, el que ha atravesado los mayores abismos, pero a sido corto y mi tiempo ya es pasado y el ahora está en manos más longevas y experimentadas que las mías; yo vengo como lactante a mamar del futuro y el presente. Yo he resuelto el pasado y he rellenado con mi cuerpo esa fosa entre hoy y el principio. Hoy vosotros podéis pasar a través de mi como un puente entre lo que fue y quien debe venir, pero es vuestra vejez que es la más novedosa, quien le hablará a mi sabiduría que se nutre de esas ruinas antiguas casi ocultas en la espesura de una selva salvaje de tiempos y mitos derruidos. Hoy, vosotros sois lo que podéis anunciar lo que viene, y podéis manifestar al superhombre. Dejadme que os explique lo que ya pasó, pero reveladme vosotros al superhombre, pues esto concierne a vuestro conocimiento. -
Los ancianos intercambiaban miradas de admiración entre si mientras observaban a Zaratustra, contemplándolo como se ve a quien se estuvo esperando siempre y se acaba de encontrar.
Nuevamente el más anciano se dirigió a él y dijo: -Tu, eres a quien hemos esperado en soledad, y ciertamente sabemos que tu nos has buscado. En ti se resumen todas las afirmaciones que hemos reclamado. Tu eres esa tormenta boreal que trae calma al alma atormentada y ahora aquí te has convertido en un recio viento del sur que oxigena la asfixia de los siglos.
Esa noche y el resto de la reunión solo hablaron de lo que estaba por venir y dejaron para otros momentos, el relato de luchas y el describir las espinas de sus caminos que los llevaron a este día. Era el día del guerrero que festeja su victoria.


* El Día Siguiente.


 Demasiado entusiasmo originó la llegada del esperado, que aun cuando se quedaron hasta altas horas, se levantaron con las primeras luces del amanecer, y rápidamente se pusieron a elaborar una serie de lo que ellos denominaban “Comidas Venerables”, como una continuación de la cena última.
Uno de los ancianos se dedicó a preparar una bandera alargada, en la que con maestría y dedicación escribió la leyenda: “Llegó el día de los leones”, para colocar de lado a lado en la tienda de reunión, sobre la gran mesa redonda.
Otro se dirigió a una pequeña bodega semienterrada debajo de una enramada creada por una vid, y de allí eligió y tomó de entre los vinos más añejados una cantidad proporcional a la altura de la ocasión.
Así también se alistó un banquete para que nadie dudase que allí había un festejo y tan cuidado en los detalles, como una fiesta sagrada preparada por los siglos para ese instante.
A la hora de comer uno de los ancianos despertó a Zaratustra, que gozaba del buen sueño de los cuerpos saludables, y de quien descansa recién después de una extensa guerra, sabiendo que su reposo se hace imprescindible solo cuando difiere la lucha .
Después de probar de los quesos y el vino que estaban a la mano, ya sentados a la mesa, mientras cada uno se servia de las carnes asadas, el anciano mayor de todos, relataba de las novedades que subían hasta allí, en boca de los hombres que pasaban y comentaban:

- Como sabéis bien la guerra ha comenzado, y no lo digo por la nuestra que ha sido desde siempre, sino que hablo de la que hombres están sosteniendo buscando el equilibrio, en el desequilibrio de los mezquinos.
Bien sabéis que esto es última etapa, y que no concluirá sino en consumación. Y también entendéis que todo lo que aquí arriba suceda es un inverso, por lo tanto esto es el principio. Así como dos platos de una balanza que se compensan buscando equidad, así uno de ellos deberá humillarse para que el otro ascienda. Y no hay otra manera para que lo mejor se distinga de lo peor, que la aristocracia ocupe su lugar elevado, sino ha condición ineluctable de que lo plebeyo se humille y también ocupe la profunda sima que ellos mismos han dragado, como bien suponían “para la Plebe” [4].
Y aunque no participamos directamente en esta guerra, estamos involucrados de tal manera en ella que lo que de ella resulte, nos comprenderá definitivamente y llegará el momento que las armas llegarán a este sitio en busca de nuestra sangre, pero el sol emergente que se dirige al  mediodía iluminará la escena y aparecerá el brazo del guerrero.
Por ahora y mientras tanto, mucho es a lo que nos debemos, especialmente a nosotros mismos.  Mientras esperamos ese resto que subirá a nosotros, preparemos un mesa de bienvenida con las viandas que alivien los daños a esas almas que anhelan el día, por sobre su propio cuerpo herido y fatigado,
Uno de los ancianos alzó su copa y propuso:
- No brindamos anticipadamente porque haya una victoria preestablecida, lo que festejamos no es el triunfo, sino que los guerreros han acudido a la cita y a la fortaleza. No han llegado antes ni después de tiempo, sino que han respondido conforme a una naturaleza de león que acude al rugido suave y penetrante de la manada real. Por eso bebed libremente de esta copa roja hasta saciar vuestra sed, y recordad lo que rememora la sed que os trajo hasta aquí. -
Y otro dijo: - Háblanos tú Zaratustra, sobre lo que debemos todavía entender, debes llevarnos a tu redil del conocimiento, tu de quien no hemos aprendido suficientemente todavía. -


* Sobre La Inversión De Valores.


- Por lo que he visto entendéis más que nadie sobre lo que fue muy duro de ser comprendido en mi doctrina y veo que vosotros lo practicáis. Algo que observo sobre esto, quiero compartirlo con vosotros mis ancianos hermanos. Claramente entiendo que es hora de invertir todos los valores. Es el tiempo ya, de poseer una afinada y sutil capacidad de percepción, más allá de todo lo que percibe la plebe. Es la hora de nuevas tablas.
- Es cierto lo que dices - afirmó uno de los ancianos llamado Juan - Porque todavía un rebaño de animales empequeñecidos, desnutridos, inválidos, devenidos en enemigos de toda aristocracia, personaje al que podríamos denominar un Anti-Superior, dispuesto en hatos manejados por pastores falaces, llama bueno a lo malo y lo malo le dice bueno.[5]

Creemos firmemente que es ya la hora del conocimiento y del sol en plenitud, para que prevalezca sobre la noche que termina. Es este sol izándose al Mediodía, que asciende al cielo como un pabellón brillante que todos pueden ver y que huye de la profunda noche. El instante que ha sido previsto y anhelado por los hombres superiores.
Es ya la hora en que todas las pequeñeces vayan quedando atrás, al pie de este monte que se ha construido con la mejor sangre de los siglos y con las mejores víctimas de la historia; es el elixir de los mejores, el que se ha destilado sobre esta montaña. Es hora de que los hombres superiores, asistan al banquete de los dioses, para comer y beber del rojo sacrificio de las uvas mas estacionadas. –
Retomando Zaratustra – Es por lo que el buen hermano Juan nos ha dicho, que la hora lo demanda y requiere que estas cosas que están invertidas, ya sean leídas como fueron leídas en su origen, antes que la pequeñez de la plebe las alterara. Y no hay lugar que esta subversión no haya afectado, la que ha desquiciado el entender las cosas.  Por eso es que se hace imprescindible que para observar y poder entender mejor, antes nos dispongamos a nosotros mismos a colgar nuestros pies del árbol del conocimiento, y así poder atravesar los portales del templo.
Es por esto que me he llamado a una santa desconfianza, como antídoto contra este nihilismo, un celo dispuesto aun a desconfiar de la desconfianza. Y así mi escepticismo no se ha tornado en una incredulidad enfermiza, ni en una limitación negativa. Y así mi sabiduría ha podido contrarrestar los conjuros de los magos que cubren todo con paños mágicos [6] y exorcizar sus hechizos hipnóticos. Y al trastocar sus dogmas y revertir sus tablas de valores, he tenido que bautizar nuevamente toda esas herejías e investirlas con jóvenes túnicas de una nueva sacralidad. -

- ¿Puede el hombre entrar invertido al templo? – preguntó uno de los jóvenes que venían al paraje buscando entender y se había sentado alrededor de la mesa
- No necesariamente debe entrar con sus manos, pero le haría bien si entrara gateando – contestó sonriendo Zaratustra.
Hay muchas maneras de atravesar la bruma de esta pegajosa  niebla, no solamente girar forzadamente nos dará una vista adecuada, si podemos enfrentar adecuadamente situaciones donde la naturaleza de la realidad se presenta incondicionalmente. -


* El Desierto Necesario.


Tiene que haber un desierto delante del hombre, para que pueda ver la realidad, porque la realidad más pura, no es nada más que eso, un desierto. No hay mayor salud, que despertar un día y encontrar un desierto a través de la ventana. La más irreal de todas las cosas, es esa matriz vacía de trascendencia y desierta de objetivos, y que el hombre pequeño se impone a si mismo como lo real.
Sí, aquel que pueda ver este desierto, y sopesar la tierra para encontrarla desolada y vacía, es el que deviene en creador, pues ya no puede comprender, ni considerar reedificación de inexistencias, ni una corrección de lo irreconciliable. Y en esta preñez así concebida, se gesta una arquitectura mucho más permanente y estable en un cuerpo sano y donde toda esta fisiología se configura antes de nacer.
Todo intento del hombre de reparar, es llenar una vasija vieja con vino fino. El hombre pequeño piensa en emparchar con paños nuevos sobre paños viejos e inútiles, y nunca plantea una solución.[7]
Una visión de caos y desorden previo es el enfoque imprescindible para engendrar al creador. Porque toda creación es precedida por un destructor.
Este hombre que aquí y ahora veis, ya ha sido reformulado, ha sufrido una reforma y un renacimiento, pero los vástagos de este viñedo se han vuelto improductivos y su fruto es amargo y solo sirve para abono de un nuevo plantío. Por eso todo aquello plantado, toda construcción de estos hombres empequeñecidos es lo debe ser destruido para cimentar el principio, el primer día de una nueva creación, como esta escrito: “Un cielo nuevo y una tierra nueva”. Solo un nuevo Dionisios danzando, moviéndose de aquí para allá sobre la faz de las aguas confusas y en desorden, puede construir en nuevo orden y seguridad.
Hay una voluntad superior creadora que debe prevalecer. Porque oh hombres de este pequeño recinto llamado Mundo, no os equivoquéis en pensar que esto no es vuestra tarea, y que vendrán otros a realizar lo que vosotros debéis. Porque esto que llamáis mundo y escuela es graduación vuestra y no de otros. ¿Estáis comprendiendo? Si no, os indigestarías con una comida que vuestros estómagos todavía no han sufrido, acostumbrados a una dieta de gallinas, no soportaríais la vianda de los rapaces, un vientre de águila capaz de asimilar las carnes más duras. Entonces vuestras alas de aves de corral, se abrirán brillantes en reflejos solares a la altura de los cóndores.

No hay nada que hasta aquí que no sirva para llegar a estas cimas. Todo está dispuesto como una escalera de cuatro escalones de oro que conducen hasta el templo de la sabiduría, y al gran conocimiento. Y cada peldaño es y nace desde el mismo corazón de la tierra que también es de oro. Cada uno de ellos debe ser superado a través de un estrecho portal dorado [8], donde tres guardas celosas de la Sabiduría llamadas “Potestad” “Virtud” “Dignidad” ponen a prueba y rechazan cualquier intento de engaño y simulación. Para quien no pueda acreditar el paso con afirmaciones claras, el velo que cubre a Isis permanecerá cerrado. Ante esta custodia no hay manera de mentir ni de soborno, porque la sabiduría ha establecido sus propias leyes en un determinado e inviolable tiempo y espacio.
Por allí asciende el creador desde su inicial desnudez hasta su coronaciones, descorriendo los velos, demuestra y se demuestra a si mismo que es digno de sus virtudes, y que sus vestiduras son posesiones indiscutibles, y ningún dios mal dormido tendrá la capacidad de arrebatárselas.

También trepa por allí el necio, pero su contextura pesada lo arrastra hacia abajo, es entonces que al advertir que no se le permitirá pasar, es cuando intenta entrar por los ventanales [9], y así crea para si, nada más que una ilusión, adhiriendo a si, por esa ley de simpatía universal, solamente ilusiones. Tal como una mariposa nocturna, que rodea impacientemente un mundo de falsas luminarias, y que en un intento inútil de penetrarla, acaba como un cadáver despreciado e iluminado por un sol que por fin sale.

* Nueva Raza


Hay un hombre que es superior a todo lo que ha sido hasta hoy, especialmente a lo más reciente de la historia. Hay un nuevo crisol donde lo añejo se a completado con lo nuevo, donde la cordura se ha desposado con la locura, la barbarie ha redimido lo civilización, el caos a producido un mejor orden, y el hombre inicia a reconciliarse con su origen en el epilogo de la tragedia.
Este raza ha renovado la esperanza. Lo contemplativo, lo apasionado y lo insolente dicen que pueden completar la tarea y consumar su adeudo. Un concordancia de hombres superiores en el final ha resuelto el conflicto de los siglos. Una estrategia llevada a cabo para concluir en el superhombre. La voz de todos los tiempos los reúne en el campo  de batalla y los coordina, como una resurrección de dioses marginados. Una impensada e inadvertida manera de sorprender a un enemigo que juega siempre con dados marcados. Una sabiduría contenida que abre las compuertas de un estanque para inundar lo que confiadamente se ha descuidado. La prudencia y la maestría han dado su golpe letal y el superhombre produce una estela de polvo cósmico como escala a la montaña afortunada. Inversamente la plebe desciende a su propio infierno.


* Mi León Convertido En Niño


Yo os hablaré de cierta vez que en mi camino tropecé con un niño. En su mirada trasuntaba la belleza que había en él, y algo en sus palabras respaldaba esa belleza. Nadie se atrevía a decir que era un docto, porque para poder juzgar, eso ellos tendrían  que ser más doctos que él niño. Pero era tal la lucidez de lo sustantivo de sus conclusiones, que sentía un terrible placer al sumergirme en sus palabras. Un mundo angélico de frescas afirmaciones surgía como un manantial entre las rocas de un desierto. Quien pudiera tomar de esa agua calmaría su sed de siglos, y no volvería a su necesidad postergada.
Mirándome persistentemente a los ojos como solo lo hacen los niños y aquellos que están viendo en su interlocutor la avidez del saber, me dijo que seguiría caminando conmigo hasta que mi camino se consumara
Un niño, tan solo un niño, repiten hocicos y bocas blasfemas que hablan de aquello que desconocen. Esa es la más grave de todas las blasfemias, abrir la boca para vomitar cosas indigestas.
Un niño fue quien me dijo cosas que mi oído buscaba oír, y cuando y cuanto me decía, me explicaba que su belleza era la mejor ilustración de sus palabras. Así como en la fealdad de los hombres pequeños también había encontrado una explicación de sus necedades y sus dolores.
En ese niño vi al superhombre. ¡El debe saber más de él que los hocicos parloteadores!

Aquel no fue un instante al que yo llamaría casual, ya que la casualidad finalmente me ha abandonado, la vez que se fue refunfuñando porque no pudo hacerme su discípulo. “Porque mi credo solo hospeda cosas y actos sagrados” le dije, y tu doctrina solo alberga instantes y saltos entre las pequeñeces.
No te confundas conmigo cuando te he hablado de azar, de ese azar que envuelve nuestras vidas. Yo me veo transportado por nubes que juegan y bailan entre si, envolviendo en una niebla la oculta mecánica celeste de esa danza y cubriendo con velos de azar los momentos mas trascendentes. Y cuantas veces he preguntado a mi nube por causas, siempre me ha respondido, asegurándose que mis pies se aligeraran lo suficiente para unirme voluptuosamente a ese regocijo.
Por eso me he convertido en este bailarín que ahora veis y mi conocimiento se ha vuelto poderoso, porque las mejores respuestas han descendido a mí desde esa nube de azares.

El buscar verdades no es tarea apta para los cuellos rígidos. Por eso todo buen fundidor sabe cuidar que, en las matrices más estrechas la colada fluya para llegar al fondo. Y las fauces más diminutas se alimentan con los picos más aguzados.
No toda comida es para cualquier estómago. Y los vientres mal alimentados son los que ponen mayor resistencia a los mejores bocados. Toda nodriza sabe bien que los cuerpos bien nutridos desde temprano llegan más lejos.
Por eso la sabiduría aconseja: "No solo te rodees de los que buscadores de verdades, sino también aléjate de los que digan que la han encontrado"


* Sobre El Aburrido Infierno.


Mi alma galopante como cachorro de león tiene temor de ese infierno, no por lo espantoso y por lo innoble, porque ni siquiera, así como no pueden ser buenos tampoco son malos,  sino porque les teme demasiado a esas almas aburridas que ya veo por la ciudad y que se me adelantarán al eterno tedio y al continuo bostezo de las almas oscuras, a su estatismo y ese conservador cobarde, inválidos sin pies para poder huir de su propio hastío.
Mi alma está  adiestrada para volar entre quimeras, a correr entre azares y a trepar los mismos abismos en los que se arroja voluntariamente. Lo que mi espíritu teme es a quedar sin alas y sin piernas, y yo le he prometido, porque ese es su anhelo, un par de alas osadas e imperecederas. Porque no me contenta el caminar de la plebe, el deambular de los buenos, ni siquiera el brincar de los cabritos. Mi libertad aspira a sobrevolar por la calidez de los desiertos para mantener mi alma protegida y irremediablemente alejada de lo plebeyo; o a la espesura e impenetrabilidad de umbríos bosques donde no hay nada que explicar a la mirada de la mediocridad, por jugar y hablar con los árboles más antiguos; o a las nubes y al frío de las cumbres, allí donde todo es invierno, pero que veladamente con ese gélido disfraz, arrebata y se apropia de un sol exclusivo. Por eso necesito volar, porque de esas cumbres provengo, y de allí llega una voz a decirles a los hombres que aun en las simas más bajas, se pueden hallar las levaduras para elevar las almas a las cimas más inaccesibles.




[1] Y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre. – Apoc.1:6; 5:10
[2] 16 Hijo de hombre, di a todas las aves y a todo animal de la tierra:
“Juntaos y venid de todas partes al sacrificio de mí víctima que yo os sacrifico, un sacrificio grande sobre las montañas de Israel, para que os alimentéis de su carne y de su sangre.
17 Porque comeréis carne de los poderosos y beberéis sangre de los príncipes de la tierra. Una fiesta y un banquete de carneros, de corderos, de machos cabríos, y de toros engordados en Basán.
18 Comeréis de su gordura hasta quedar repletos y beberéis sangre hasta embriagaros, del sacrificio que yo sacrifico para vosotros.
19 Porque sobre mi mesa habrá caballos, carruajes, guerreros y hombres fuertes.
20 Y se manifestará mi gloria entre los gentiles, porque todos ellos serán testigos de este juicio que mi mano ha establecido. – Isaias 39:16

[3] Porque los que oprimen a mi pueblo son niños y mujeres lo gobiernan. – Isaías 3:12
[4] 2 Porque desde allí derribó los que moraban en lugar alto, a la ciudad altiva, él la tiró abajo, la derribó hasta la tierra y la humilló aun hasta el polvo, tal que los pies los pisarán, aun los pies de los pobres, y los pasos de los necesitados.– Isaías 26:2

[5] ¡Ay de estos porque se sienten entendidos y sabios a su propia vista!
¡Que invierten lo malo, diciendo que es bueno, y de lo bueno dicen que es malo; que cambian oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que entregan lo amargo por lo dulce, y dicen que lo dulce es amargo! – Isaías 5:14


[6] 20 Y di: "¡Ay de aquellas que hacen lazos mágicos para atar todas las manos, y hacen velos mágicos para cubrir las cabezas de todos, para cazar sus almas! - Ezequiel 13:20
[7] 16 Y nadie echa remiendo de paño recio en vestido viejo; porque el tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. 17 Ni echan vino nuevo en cueros viejos: de otra manera los cueros se rompen, y el vino se derrama, y se pierden los cueros; mas echan el vino nuevo en cueros nuevos, y lo uno y lo otro se conserva juntamente. – Mateo 9:16-17

[8]  24 Porfiad á entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. – Lucas 23
[9] 1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, mas sube por otra parte, el tal es ladrón y robador. – Juan 10



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