Del Amor que Redime

- Quisiera contestaros hermanos míos, pero ahora se me antoja bailar, porque hasta aquí han llegado con música y poesía pero ninguno ha llegado a vosotros como danzarín. Por eso os ruego que me disculpéis, pero mi alma, demasiado inquieta para sentarse en este momento, me lleva a las alturas donde el espíritu baila y solo la danza mantiene el equilibrio.

Oh hombres, ¿Nunca sentisteis el estremecimiento en vuestro pecho, y el deseo de cantar la canción del amor que redime? ¿No habéis todavía experimentado la liviandad de la pluma, en vuestros pies, ese torbellino que eleva por sobre las cumbres más frías congelando para vosotros las imágenes más escurridizas? Porque solo en esa altura se pueden espesar todas las cosas que se escapan a las torpes garras de los depredadores.

¿No habéis recibido todavía en vuestro rostro la imagen de aquel a quien aspiráis? ¿Podéis sentir esto ahora? -


Párrafo Del Amor que Redime en Capitulo 7

CAPITULO 12

* Sobre La Entropía.


El hombre pequeño ha llegado a ser un formidable artesano de la disolución de todas las cosas, incluido de si mismo. Con dificultad escapan de su arte las cuestiones más cuidadas y resguardadas. Como la crema al sol se diluyen con su acaloramiento los intentos e institutos más nobles. En él todo andar cojea y tropieza en sendas cuesta abajo. Ningún cayado evita su decadencia, y orgulloso de su necedad desprecia todo lo que podría evitarla. De este solo cabe esperar decadencia, su inseparable compañera. Cuando habla de evolución, eufemísticamente habla del crecimiento de las malas yerbas que da su campo.
Este hombre necesita de una poda y de una remoción del sustrato donde vegeta, para que tal vez, todavía pueda alejar del suelo sus ramas. Demasiado tiempo a la intemperie lo ha vuelto salvaje y de fruto amargo. Su vellosidad ha cubierto sus vergüenzas y lo que era su desnudez ha devenido en coraza. Detrás de él solo queda una esperanza desgastada; y a medida que el tiempo fluye la expectativa de redención de su caída se torna insoportablemente peligrosa e inexorablemente mítica.


* La Plebe De Los Poseedores .


Un cortejo de sinsabores humanos busca sus placeres en las tiendas de las grandes ciudades. Una plebe desahuciada de las grandes metas se reúne entre los callejones de los feriantes en búsqueda de objetivos de corto plazo, para darle un sentido a su sinsentido. Y a toda esa acumulación de alucinaciones  llaman "Propiedad Privada".
Y lo que también acumulan es mucho miedo a perderlo. Es por eso que han recibido una ayuda de las arañas tejedoras de redes, pues han conseguido que les santifiquen y les dignifiquen esas cargas de asnos. Y así, ellos en agradecimiento le han edificado muchas y lujosas cuevas a las arañas y sus dioses; y allí les sacrifican numerosos rebaños de corderos, ofrecidos en holocausto agradable a sus sanguinolentos dioses. Aun cuando definitivamente, la única diosa que en verdad respetan y temen, y ante quien se inclinan y doblegan, es la muerte. El resto son solo dioses convenientes.
De esta plebe llega la voz que dice: “Evolucionamos”, nos hemos aproximado a los dioses y los hemos superado. Ya ni siquiera hace falta matarlos. “Hemos llegado”. Nuestras propiedades y posesiones han permitido superar el poder que los dioses ejercían sobre nosotros, ahora somos los que decidimos cuales dioses son los convenientes. Esa es la misma plebe que ha matado a Dios, pero que todavía no se ha adueñado de si misma, y es la que supone que esas posesiones pueden convertirse en propiedades. En indisciplinados actos mágicos y en un sangrientos banquete ritual estas rapaces transmutan sus rapiñas, para incorporar el botín de sus clandestinos vuelos nocturnos.


* La Aristocracia Perdida


Estos pequeños fragmentos del hombre que veis como restos de si mismo, como miserable muestra de una riqueza disipada, son el mismo hombre que nace príncipe para tomar posesión de su propio trono, en su debido momento. En este trayecto a su potestad, le es requerido credenciales al atravesar un país de infortunios y desolaciones, pero estas contraseñas se encuentran en una tierra más peligrosa aun, llena de trampas, seducciones y contradicciones absurdas, acechados por la amistad peligrosa de ocultos enemigos. Y allí este humano ser, es donde encuentra al costado del camino una feria de tenderos que le comprarán por 30 monedas un alma y un reino. Y le ofrecerán por menos monedas, unos dioses provisorios para sustituir lo que ha entregado,  que lo ayudarán a transitar sin credenciales por caminos anchos y espaciosos. Pero él sabe que ya no podrá volver a su patria, y tampoco recuerda sino entre nieblas el reino de su nacer. Para él, vender su lejano trono, ya es tan intrascendente como invitar a sus extraños dioses a que se apoltronen en ese sitial.
Y allí también es donde se cruza con un viejo amigo, que su memoria ha expulsado, vestido de jirones con ropajes que producen impulsos al desprecio y al impugno; y al refutar esa condición intenta denodadamente evitar el vahído de las reminiscencias que llegan en lotes.
Entonces se produce una náusea y un desprecio por cualquier recuerdo que evoque ese reino perdido. Una cobertura y una máscara en un baile de disfraces. La aristocracia perdida se viste de aristocracia y será una lucha y una causa de sobrevivencia mantener permanente la fortaleza con guardias nocturnas desdobladas. Así es como la voluntad por simplemente sobrevivir de los pequeños hombres reemplazan la voluntad de poder sana,  produciendo su propia entropía.

Porque, para toda aristocracia, hay un imperativo de esfuerzo necesario para llegar a toda gran meta. Pero aquí es donde el pensamiento mágico, produce caminos alternativos, que degradan las metas. Hay frases que la mediocridad y la holgazanería espiritual han santificado y predican para que un fuerte viento esparza sobre las cuatro direcciones de la tierra:
"Todo crece" "Todo evoluciona" y "Todo llega inexorablemente". Un positivismo nefasto, basado en la inacción. Una visión de alucinógenos mezclados con licores. Un "No es necesario ningún esfuerzo" que legaliza la inercia de la apatía. Y estas mismas corrientes de indiferencia, formadora de ciclones arrastran al hombre impetuosamente en espirales hacia arriba, para dejarlo caer desde las alturas  en su propia esterilidad.
Un diabólico conjuro hacia la inutilidad. El hombre ha dejado de ser aun un hombre y se ha convertido en un bufón de los demonios, en el hazmerreír de los infiernos.


* Sobre la Voluntad de Dominio


La Voluntad de Poder en el hombre es la madre de todos sus problemas cuando lo tramita mal y es el padre de todas las soluciones a esos mismos problemas. Es la que formula las preguntas más dura, exige las respuestas más difíciles y requiere los actos más trascendentes, porque hasta allí llega su necesidad de sujetar a si todas las cosas y desde allí desciende su deseo profundo. Es esa misma voluntad la que en gritos demanda afirmaciones y entonces propone respuestas rápidas para ofrecer a la demanda de las almitas de los pequeños, certezas de cocción rápida. Y esas dos creaciones humanas, los interrogantes más enigmáticos y las afirmaciones apresuradas, son las que engordan a las arañas que tejen redes con cruces, para atrapar las almas de corderos, y así es como enriquecen con oro a los tenderos y sostienen la plebe en sus tronos.

Una voluntad de dominio sin la necesaria voluntad de transitar por los caminos arduos y ásperos que cruzan el país del conocimiento deja huellas por las que la inundación forma ríos enroscados; así pues los recorridos fáciles retuercen los caminos de los ríos y también de los hombres. Y por allí rumian las vacas de la plebe; por esos tortuosos arroyos pastan los rebaños de los pequeños hombres, pisoteando y convirtiendo en lodazal las mejores pasturas. Esas pezuñas que parecen manos se extienden siempre primero para enturbiar las aguas claras. En realidad se asemejan más a lanudos búfalos, porque son de recorrido veloz pero pesado. Son los que desbastan y corren. A estas manadas, nada les pertenece porque nada producen excepto su estiércol revuelto en barro, pero son veloces para tomar y también para huir.
Su Voluntad de dominar las obliga andar, y nunca detenerse. Las situaciones estables enmarañan sus almitas, por eso siempre se mueven para alejarse, de lo que esta plebe, llama plebe, pues su presencia les provoca a huir por que le temen cuando perjudica su rumiar, pues hablan de trabajo.
Pues la sana Voluntad de Poder ha establecido su circuito de virtud, allí donde el creador y el que produce ensancha la vista, donde el crecer se enraíza en el entendimiento y donde la comprensión de la nobleza implica al mundo. El saber y la sabiduría se alimentan de esta voluntad. Las cuotas de luz, son su ración diaria. Y en su viaje al Sol, la nave deja una estela brillante de atracción, bajo una cubierta de nubes que la hacen invisible a los ojos del insensato.
El principio de la sabiduría nace en el temor. En ese comienzo se mezcla el respeto sumiso y una fe dudosa en una virtud que todavía no es virtud; solamente hay allí un querer incomprensible que domina sensiblemente a un alma raquítica y asustadiza, para aproximarse tímidamente al palacio custodiado con la imagen aterradora de un dragón.

Una necesidad de futuro cierto crece en el hombre como una utopía que evita al creador, y deviene en un hombre afeminado, urgido de seguridades que lo mantengan a flote y no le permitan hundirse en las dudas y cuestionamientos de un alma sin respuestas que afirmen.
En la mujer esa respuesta que afirma se llama un hijo, y que ella arroja al mundo para renovar la esperanza de un Mesías que redima su condición .
En el hombre esa respuesta que afirma al mundo se llama Mesías. Y ambas respuestas son resultado de una preñez.
Pero el hombre no puede engendrar este hijo en el seno de la mujer, sino que debe concebirlo en si mismo, engendrando un Abel para vengar a Caín, y revertir como en un espejo el curso de la historia.
Porque no se hace necesario redimir sino donde hay una caída. Y no hay caída en un pozo que no requiera de una mano del que está afuera de él. Esa soga se llama redención.
No hay un destino predeterminado, pero lo que hay es inevitabilidad. Nadie cava un pozo sin estar en él. Y nadie cae en el pozo sin estar previamente arriba de él.
Los hombres pequeños, hablan de fatalidad o fortuna, pero yo os digo que su porvenir es nada más que un devenir producido por sus inconsistencias. Y la plebe solo desencadena tormentas que sus vientos siembran. Si hubiese un atisbo de entendimiento hasta podrían encontrar refugio de sus propias tempestades, pero es tan pequeña su mirada que casi se los podría considerar inimputables. Por eso se hace necesario un Apocalipsis de extinción, para que no puedan presentarse en juicio y para que los atenuantes no invaliden la justicia de su consumación.




Esto también abona lo que se podría denominar "un ensueño de evolución segura", como un camino hacia éxitos y prosperidades no legitimas, montadas sobre una esfinge de pensamientos mágicos, con cuerpo de burro y alas de gallina. El mejor vehiculo para jamás llegar a ningún lado.











Por lo poco o por lo mucho debemos siempre juzgar para decidir las cosas. Pero el definir con absolutos preestablecidos por uno o por el otro es una trampa de los hombres empequeñecidos. Ellos son los que necesitan tablas de valores para definir. Son los que dan origen a la moral.
Esta moral, una definición previa de las cosas que nos releva de tener que juzgar, nos evita el costo de la decisión y nos lleva a una perspectiva de futuro cierto. A una certeza y dominio de situaciones que maquilla lo que ocurre debajo de ella, la realidad. No proporciona la solución, solo suministra sensaciones de seguridad porque nos hace navegar por la superficie de los problemas, evitándonos el buceo de los conflictos.

Ese imperativo de futuro cierto crece como la utopía del hombre que evita al creador, y deviene en un hombre afeminado, urgido de seguridades que lo mantengan a flote y no le permitan hundirse en las dudas y cuestionamientos de un alma sin respuestas que afirmen.

Esa voluntad de dominar sin la necesaria voluntad de transito hasta la obtención del diagnostico y la lealtad al tratamiento, permuta la terapia sanadora por el remedio enmascarador de síntomas.

Una de las palabras más silenciosas y más aristocráticas, es “El Trabajo del Creador”. Un gozo resulta de ello y un hombre se puede volver dichoso por ello. Por eso te digo que no creas en los bocadillos rápidos. Todo buen plato requiere de cocineros dedicados, y del tiempo de su cocción. Toda fruto que se cosecha fuera de tiempo y sin el trabajo de maduración, produce indigestiones.
Nos apresuréis al espíritu, porque él tiene una urgencia que precisa de vuestra paciencia. Y la paciencia no es un tiempo de espera, sino de trabajo
Muchos magos presurosos han degradado el Trabajar, y con promesas de respuestas rápidas, estos cazadores furtivos de almas al vuelo, quiebran las alas de las águilas.[1]

Un creador no es el que piensa la cosa sino quien la sostiene. Un niño crea continuamente, pero es el adulto quien debe sostener tales visiones

Entonces algo me habló de nuevo como un susurro: «Las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad. Pensamientos que caminan con pies de paloma dirigen el mundo  

La necesidad de certezas futuras sin trabajo previo, abona lo que se podría denominar "un ensueño de evolución", como un camino hacia prosperidades no legitimas montadas sobre pensamientos mágicos, que jamás llegarán como resultado.

Porque hay un imperativo de esfuerzo necesario, para llegar a toda meta, frenado por el pensamiento mágico. Hay frases que la mediocridad y la holgazanería espiritual han santificado y predican para que fuertes vientos de las cuatro direcciones de la tierra desparramen:"Todo crece" "Todo evoluciona" y "Todo llega inexorablemente". Un nefasto positivismo basado en la inacción. Una visión de alucinógenos mezclados con licores. Un "No es necesario el esfuerzo" legalizando la inercia de la apatía. Un diabólico conjuro hacia la inutilidad. El hombre ha de dejado de ser aun un hombre y se ha convertido en un bufón de los demonios, en el hazmerreír de los infiernos.
Y estas mismas corrientes de indiferencia, formadora de ciclones arrastran al hombre impetuosamente en espirales hacia arriba, para dejarlo caer desde las alturas  en su propia inmundicia.




No hay destino predeterminado, lo que hay es inevitabilidad. Nadie cava un pozo sin estar en él. Y nadie cae en el pozo sin estar arriba de él. Los hombres pequeños, hablan de fatalidad o fortuna, pero yo os digo que su porvenir es nada más que un devenir producido por sus inconsistencias. Y la plebe solo desencadena tormentas que sus vientos siembran. Si hubiese un atisbo de entendimiento hasta podrían encontrar refugio de sus propias tempestades, pero es tan pequeña su mirada que casi se los podría considerar inimputables. Por eso se hace necesario un Apocalipsis de extinción, para que no puedan presentarse en juicio y para que los atenuantes no invaliden la justicia de su consumación.

La clase media carga con una oportunidad muy especial, y es por eso que sobre ella se erige una terrible espada flamígera, que se llama responsabilidad. Su destino no está determinado, pero su función se ha vuelto inevitable y determinante. Por ella atraviesan todas las batallas y por ella se suscita la guerra de resolución pendiente.
Un pueblo de ricos y pobres, tal como un matrimonio viejo tiende a conservarse y en consecuencia no tiene posibilidades de aristocracia porque ambas voluntades de poder terminan estabilizándose. Por idiosincrasia todo poder se constituye a partir de una diferencia de potencial, cuanto mayor diferencia de potencial, mayor poder. Solo a partir de esa diferencia se genera poder. Debe haber una tercera voluntad que desequilibre, determine y habilite un nuevo poder. Debe haber un nuevo emergente con una voluntad nueva, una voluntad poderosa que pueda refutar ese balanceo estático, con una dinámica diferente que desde una altura nueva impulse con la furia de una tormenta de verano el desplazamiento de los aires sofocantes.

En ella se cobija como un pequeño germen, casi inexpresivo, el creador

Evidencias de este mundo nos dicen que el dominio de esta vida, es el árbol prohibido del edén, custodiado por ángeles de fuego. Ese conocimiento de todo bien y todo mal, ese entender lo conveniente de lo inconveniente, no es ahora inaccesible.







[1]     Ezequiel 13:20
Y di: "¡Ay de aquellas que hacen lazoss mágicos para atar todas las manos, y hacen velos mágicos para cubrir las cabezas de todos, para cazar sus almas! 

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